Sueños y vida, en clave fovista

Luxe, calme et volupté - Henri Matisse
[Musée d'Orsay, París - FRA]

Alguien me preguntó (no recuerdo quién ni cuándo) si alguna vez me habían acusado de "soñador", queriendo significar con esta adjetivación algo peyorativo. ¿Qué le respondí? Que obvio que sí. Me interrogó nuevamente: "¿Y vos... qué les contestaste?", a lo que dije con feral tono:

-"Claro que lo soy, que soy un soñador". Me expliqué: -"Lo soy porque me gusta vivir en este mundo como si fuera de ensueños. Que quiero vivir soñando, y soñar viviendo. Y que así lo quiero porque allá todo es orden y belleza, lujo, calma y voluptuosidad".

Pienso que hay algo en las cosas que hace que ellas mismas se den sus formas; y sus medidas. No, no soy relativista. Bueno sí, algo sí. Pero yo hablo de las cosas. Es que para mí muchas de ellas se solucionan según aumenta o disminuye su medida. También las personas, crecen en esto y decrecen en aquello.

Por ejemplo, si un amigo está triste por una terrible desgracia. No es lo mismo darle un apretoncito de manos que abrazarlo. Y cuanto más lo abrazamos, en cierta medida, buscamos que tanto más disminuya su dolor. Y esto también es paradójico. Porque si lo abrazamos poco y mal, está como distante (sí, "abrazar mal”). Abrazar bien sería abrazarlo mucho y fuerte, por lo que estaría más cerca.

Entonces, mientas más fuerte asimos las cosas y más las abrazamos, están más cerca. Y al revés si por el contrario. Pero a veces no.

Hay cosas que funcionan completamente en sentido inverso. Mientras más a ellas nos abrazamos, tanto más lejos se sitúan; y cuanto más fuerte las tomamos aún menos las tenemos.

Y así con los sueños. Tienen sus tiempos, y sus medidas y formas. Por eso me doy cuenta que hay cosas que no dependen de nosotros en su medida; por más que las queramos cerca nuestro y en nuestras vidas... Por más que las deseemos, no depende de nosotros su presencia o ausencia.

En algún punto los sueños son como las personas. Y tal vez hay por ahí algún tercero excluido, razón suficiente del espacio y el tiempo entre los sueños; entre ellos entre sí y entre los hombres; y entre los hombres entre sí y sus sueños.

Volviendo sobre el tema de la medida de las cosas, hoy pensé en los sueños. En los sueños como cosas. Cosas, en el sentido de “algo”, porque algo son. Y para mí los sueños no sólo sueños son...

Al despertarme, durante el día y también al acostarme; cuando me acuerdo de mis sueños y me veo a mí mismo, me parece mucho y demasiado. Pero nunca imposible. Porque lo que veo y lo que sueño no distan mucho de mí mismo.

Es que no sé qué medida tienen las cosas, ni los sueños, ni qué vida. Tampoco sé cuánta vida tengo yo para llegar hasta ellos, ni cuánto tardaré en alcanzarlos. Mucho menos sé qué medida tendré yo mismo cuando los conquiste.

Es una forma un poco fauvista de vivir. La cual acepto, y en la que me complazco. Quisiera también que muchos de los que me rodean viviesen así; quisiera invitarlos a todos a emprender este viaje. No tanto por ellos; más por mí, pues así podré arrancar de mi vida las flores del mal...

Otra cosa que me gustaría, sería la de preguntarle a alguien: ¿Qué cosa pensás que son los sueños? ¿Y qué medidas creés que tienen? También: ¿Alguna vez te acusaron de ser una "persona soñadora"? ¿Y qué les contestaste? ¿O que les contestarías si lo hiciesen? Me gustaría que sea sincero.

La medida de las cosas

Geometría - Emilio Centurión
[Museo Castagnino, Rosario - ARG]


¿A qué se debe la humana incapacidad de hacer ciertas cosas? ¿A nuestras propias fuerzas? ¿A la medida de las cosas? ¿Es que las cosas tienen una medida? ¿O a algún otro factor?

Vuelvo otra vez sobre el tema de lo que es ser feliz, e infeliz. Tal vez todo radique en soñar y vivir. En una de esas, alguna que otra vez probamos el sabor de la infelicidad porque la medida de nuestros sueños no se corresponden con su realización. Pero no lo sé.

No soy comedido. O no mucho que digamos. No es que no quiera serlo. Sencillamente no lo soy. Y reconozco que sería bueno serlo. Aunque nunca lo seré.

Siempre miré con curiosidad, por ejemplo, a esa gente que puede tomarse las cosas en "su justa medida". ¡Y hasta te lo aconsejan! Yo no sé cómo lo hacen...

“No te hagas drama, le estás dando más dimensión de la que tiene”; cuando por ejemplo les contás algunos de tus problemas. O también: “No es para tanto...”, si es que te atrevés a quejarte un poquito de tal o cual daño o agravio. Además: “¡Estás haciendo un teatro bárbaro!”, si expresás con pesar un mal recibido. Por otro lado: “No, eso es imposible”. Así como también: “No, eso es dificilísimo” (nótese el superlativo). Y la que me enerva, de la que hay muchas versiones: “Ni lo sueñes”.

Aquí mi descargo contra todas esas (y muchas más) expresiones (y personas):

¿Por qué me dicen, nos dicen, estas cosas? ¿Por qué las tengo que escuchar?
Será la gente, envidiosa víctima de aquella incapacidad de hacer las cosas por sí mismos.
¿Serán realistas...?
¿Serán comedidos ellos mismos, y a la vez buenos conmigo? Digo, tal vez de tanto que lo son querrán ahorrarme sufrimientos, ¿no?
¿Seré yo, que no conozco las medidas de las cosas? Que siempre me parecen demasiado... demasiado grandes o pequeñas.
¿Será que soy yo, que no me conozco a mí mismo y por tanto no puedo elegir las cosas teniéndome como referencia?
¿Será que tal vez me sobreestimo -o subestimo- demasiado, y por eso fallo al decidir en lo mejor para mí?

¿Será que mi felicidad, la de todos nosotros, no está sólo en soñar nuestros sueños -permítanme la redundancia- más también en verlos realizados?

¿Será además, que algunos de entre los mortales estamos dispuestos a pagar con lágrimas, sacrificios y sufrimientos el precio invalorable de aquellas nuestras aspiraciones?

Será que yo entiendo que soñar es sinónimo de imaginar. Y que para mí "imaginación" y "límites" son términos contradictorios.

Será entonces que mi imaginación no tiene límites; y no quiero que los tenga. Será que mis sueños son desmedidos. Será que no soy comedido...

Será esto... Será aquello... Será... Será...

Entre tanto, sueño, vivo e imagino. Y por ésto sufro. Y me alegro.

Será por lo que sueño. O porque lo que sueño, será.

La Felicidad, ¿una cuestión moral...?

Bacco - Caravaggio
[Galleria degli Uffizi, Firenze - ITA]

La felicidad, por consiguiente, es lo mejor, lo más hermoso y lo más agradable, y estas cosas no están separadas como en la inscripción de Delos: “Lo más hermoso es lo más justo; lo mejor, la salud; pero lo más agradable es lograr lo que uno ama”, sino que todas ellas pertenecen a las actividades mejores; y la mejor de todas éstas decimos que es la felicidad.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, I, [8], 1099ª, 25-31. 


Todo lo que dice Aristóteles, parece estar representado en el Bacco del Merisi. Un joven saludable, que responde a ciertos cánones de belleza, rodeado de cosas placenteras; y por qué no, laureado de aquello que ama. Aparentemente no le falta nada, es feliz. Y a mí me parece verlo hasta apenas ebrio, por el abundante y nuevo fruto de la vid... quia vinum laetificat cor hominis, nonne?
 
Como dije anteriormente, me acordé de Aristóteles*. Y acá está...

Lo más hermoso, lo justo, lo mejor, la salud y lograr lo que uno ama. Sin embargo, todas estás cosas juntas -y no separadas- no son aún la Felicidad.

¿Qué cosa es entonces la Felicidad? ¿Son los placeres? ¿La ausencia de toda necesidad? ¿Es la prosperidad? ¿Será acaso la buena suerte? ¿O es una virtud?
 
Si son los placeres, no todos buscaremos lo mismo buscando aún la misma felicidad. Pues ya que para unos será placentera una cosa y para otros otras. Si bien la buscamos en el placer, no todos la encontramos en las mismas cosas. Y si es el resultado de una búsqueda meramente subjetiva, podremos lícitamente pensar que mientras unos encuentran placer en algo; al mismo tiempo otros sienten alguna repulsión por la misma cosa. Por lo cual entonces no todos buscarían la felicidad en sí misma, sino en sí mismos; y así caeríamos en el más absoluto y peligroso de los relativismos, ya que no podríamos calificar nada como “moralmente reprobable” (piénsese en las más deleznables conductas “inhumanas”). Sería el sujeto la medida de su propio placer y consiguiente felicidad. Y, finalmente, no todos podrían acceder a la felicidad, ya que por tal o cual motivo ella misma les estaría vedada. Este sería el caso de quien no pueda acceder al objeto que le alcanza dicho placer.

Lo mismo dígase para los sentimientos.

Si fuese en cambio la prosperidad, tampoco sería asequible a todos. Y a la realidad de los hechos me remito. Y también es real que muchos que "todo lo tienen" no son felices; mientras que aquellos que "poco tienen o nada", se consideran misteriosamente (!) felices.

En el caso de la buena suerte, mucho no he de ahondar. Puesto que no considero que exista una “buena” o “mala” suerte. Y sabiendo que esto es discutible, no pretendo dogmatizar; más sólo expresar una opinión. Quien piense lo contrario, será bienvenido si desea exponer sus argumentos.

Finalmente, si es una virtud (en tanto que acción, actividad, hábito, etc.) entramos de lleno en el campo de la Filosofía: Filosofía Moral o Ética. Llámesela como se la llame, estamos en el ámbito de la “Filosofía Práctica”, o “Ética Aplicada”. Y no pocas serán las discusiones que aquí podremos entablar.

Por todo lo cual, vengo aquí y con estos razonamientos a exponer una pregunta, y así plantear un interesante tema -al menos para mí- sobre el modo de pensar la Felicidad:

¿Es la Felicidad un tema Ético-Moral... o no? ¿Por qué?

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* La reflexión sigue lo expuesto por Aristóteles en el texto citado.

Filosofía y Felicidad

La Richesse - Simon Vouet
[Musée du Louvre, París - FRA]

Me quedé pensando en algo, a propósito de la última publicación.
 
Y es que quien habiendo secundado la posible curiosidad generada por el libro sugerido, se habrá encontrado con que el mismo Boecio habla, más adelante, de la Felicidad misma. Un texto bellísimo, lleno de preguntas y problemas que parecen ser de hoy (¡aunque el libro tenga mil quinientos años!); así como también de ingeniosas respuestas y planteos.
 
Por eso, obviamente, quiero hoy escribir sobre ella. Quiero reflexionar (¿!) sobre la Felicidad.
 
Es que -como decía- me quedó algo de tinta. Y todo viene a raíz de ese muchacho que podría representar tranquilamente a cualquiera de nosotros, y que va buscando a su modo la Felicidad; con la ayuda de la Filosofía, claro está (mejor, a través de ella).
 
Y relacionado también con ese divague (mi comentario a la anterior publicación) sobre el tema de andar y estar a la deriva. En el sentido de no poder cumplir las propias metas.
 
Los argumentos se tocan; se los mire de un lado, se los mire del otro. Así, bien contrapuestos: Realización y felicidad. Infelicidad e irrealización.

Nuestro filósofo nos regala como una especie de introducción para nuestra reflexión al decirnos que:
«La preocupación de los mortales, acrecida por el bullir de multiplicadas pasiones, tiene senderos diferentes; pero en todos el fin es único: conseguir la felicidad. Y ésta, precisamente, consiste en un bien de naturaleza tal que el que llega a poseerlo ya no puede desear otra cosa»1.
Esto me pareció fabuloso. Sintético y exacto. Pocas palabras, actualísimo. Las personas sobre esta tierra buscamos, por caminos diversos, lo mismo. ¿Por qué?

Es como volver a preguntarse, ¿y entonces, qué buscamos? Sí, ya sabemos: la Felicidad. ¿Pero qué es? O al menos... ¿Qué no es?

Y acá mientras barruntaba alguna respuesta, fue cuando me acordé de Aristóteles. Pero mejor lo dejamos para la próxima...

De mientras, ¿se atreverá alguien?

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1. Boecio, La consolación de la Filosofía, Ed. Perdidas, Retamar-Almería, España 2005; 100.