La insoportable otredad

Eco y Narciso - John William Waterhouse
[Walker Art Gallery, Liverpool - UK]

En la era de la hipercomunicación, (mejor: de la hipertransferencia de datos e información), la mirada del otro se me vuelve insoportable. Es una mirada anónima, cobarde y estercórea. Se mira lo que alguien hizo público, tal vez sin descubrir nada de la vida privada, y se juzga. Somos juzgados también en nuestras buenas intenciones. No ya por nuestros actos, expresiones, ademanes o dichos. No. Es todavía peor. Somos juzgados por imágenes, por dónde y cómo aparecemos. Un juicio moral, taxativo y categórico, basado en una imagen, en un momento. Eres tú, Eco. Opiniones rapaces.

¿Por qué tengo que soportarlas? Si cada uno las tiene, como es evidente… ¿No sería mejor callaras? ¿Acaso no sabemos que esa imagen es tan sólo eso y no otra cosa? ¿Por qué juzgar lo que alguien es, lo que yo soy, según cómo aparece, según dónde estoy?

Y cuando tengo la lamentable experiencia de escuchar estas opiniones, estos juicios, salidos de boca de gente que conozco; ¿cómo ocultar el asco y la ira que me provocan? ¿No sabrán ellos que, aunque no aparezcan en la foto, tengo paciencia y padecimientos? Otra vez, ¿por qué tengo que escucharlos, o leerlos? 

Y así la otredad se me vuelve tanto más insoportable cuanto más subjetivo deviene el otro. Claro, no podrá ser de otra manera. Y por supuesto, no me quedará otra que envenenarme la sangre. Ante esto, me ausento. Produzco una amnesia memorística, para seguir... Sonrío y saludo a todos, al otro, que tanto daño produce y le oculto mi asco, que mucho mal le hará.

Juzgar es sojuzgar.

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