La humanidad, ¿un camino hacia lo divino?


Der Triumph der Zivilisation - Jacques Réattu
[Hamburger Kunsthalle, Hamburg - DEU]


¿Qué sentido tiene la vida? ¿Cuál es mi destino? ¿Para qué estoy en este mundo? ¿Hay un "después"? ¿Qué hubo "antes"? ¿Son lícitas y auténticas estas preguntas, o proceden más bien de una cierta "construcción religioso-cultural"? 

Podríamos continuar con estos interrogantes "de sentido": ¿Hacia dónde...? ¿Por dónde...? ¿Por qué...? ¿Para qué...? ¿Cómo...? Cada uno podría rellenar una y mil veces distintamente todas y cada una de estas cuestiones. 

Incluso podemos hasta decir que le hemos dado distintas respuestas, a las mismas preguntas, en diversos momentos de nuestras vidas. 

Quien nació en una "familia cristiana" habrá optado por un "agnosticismo" en su adolescencia, para mutarlo en alguna especie de sentimiento religioso o manifestación espiritual proveniente de oriente hasta desembocar en una personalísima síntesis de valores religiosos y, o, morales. 

Otros, tal vez también nacidos y criados en un ambiente espiritual judeo-cristiano; hayan aumentado la Fe y las convicciones con el paso del tiempo, el estudio, la oración y la mismísima práctica de la religión en la que nacieron. 

No dejemos de lado los casos de "conversión". En los que las personas, sin haber recibido un credo determinado por parte de su ambiente familiar -débase a la causa que se deba- han seguido una especie de "instinto" (que yo prefiero llamar "inspiración" o "moción espiritual"); y en secundándolo arribaron a la adquisición de una particular religión. 

También están los que, aún habiendo tenido este tipo de interrogantes, los dejan de lado; despreocupándose por encontrar cualquier tipo de respuestas. Pero que aún así, intentan conducirse por algún código ético, moral e inclusive legal. 

Finalmente, y por qué no en el último grupo, encontraremos dos tipos de personas con manifiesta aversión a todo lo ético y moral, o religioso y espiritual. De un lado, los que aceptan esta trascendencia entre "luz" y "tinieblas", entre "bien" y "mal"; digámoslo: entre Dios y el demonio, para colarse del lado de las prácticas obscurantistas, o sencillamente satánicas. Del otro, los que no aceptan bajo ningún punto de vista tal visión tramontana, desembarcando por vías del relativismo en un mero constructivismo personal de valores ético-morales, claro está cuando se pueda hablar de ellos... 

Aún así, con espíritu filosófico, podemos anotar un denominador común en estos tipos de conductas: la preocupación por la pregunta moral como indicadora de sentido; como normativa. 

Queremos saber lo que está bien para hacerlo, y lo que está mal para evitarlo. En el caso del satanismo (o del "hijoputismo"; permítaseme la expresión, porque que los hay... ¡los hay!), el enfoque es completamente inverso. 

Hecha esta salvedad, los que quieren dar una trascendencia -o simplemente un sentido- a su vida, o los que sin ir más allá, quieren comportarse honestamente, buscan hacerlo transitando las vías del "bien". No entraremos aquí -por ahora- en el tema de qué es el bien, y qué es el mal; tan sólo diremos que entendemos que es "bueno" que todos lleguen a cierto desarrollo humano; y que deseamos que todas las personas sobre la Tierra, alcancen un digno nivel de vida humana. 

Y es en virtud de esto que orientamos nuestra vida y corregimos nuestras acciones; o al menos intentamos hacerlo. Más o menos los que se sitúan en el "camino del bien", buscan hacerlo por vías de la honestidad, la caridad, la generosidad, la dádiva, la paciencia, la tolerancia, la humildad, la mansedumbre, el perdón, el diálogo, la justicia... y un larguísimo etcétera. En todas estas conductas hay también un denominador común: el amor al bien, o el deseo de lo bueno. 

Y al amor se opone el odio, y a todas sus manifestaciones. No pretendo hablar de religión, aunque profese la mía propia. No pretendo desacreditar ninguna de las formas en que se expresa el espíritu de los hombres. Tan sólo, como dije antes, con espíritu filosófico quisiera hacer notar lo que es común y universal: Todos, o casi, buscamos en esta vida trascender por la vía del amor; proclamado su fuerza con nuestras propias conductas. Queremos ser mejores personas, y también que los demás lo sean.

¿No sería, acaso, este espíritu humano enraizado sinceramente y sin doblajes en el amor, o el deseo de lo bueno (de cada uno y de toda la humanidad) un sendero sincero hacia lo divino? 

Todavía más, con este camino natural -y no sobrenatural- de las solas fuerzas humanas... ¿alcanzaremos lo divino? ¿O será al menos un esfuerzo por ser más humanos y civilizados, y así dejar de comportarnos tan bestialmente?, con perdón de las bestias.

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