Derrotas sólo dignas de titanes

El tiempo vencido por el amor, la belleza y la esperanza - Simon Vouet
[Museo del Prado, Madrid - ESP]
 
 
¿Cuántas batallas son una victoria? ¿Y cuántas derrotas conseguir y soportar hasta poder, por fin y de una vez por todas, festejar?
 
La mujer que veo esperar el mismo tren todas las mañanas lucha, también hoy. Tendrá sus problemas, se le ve en la cara y en la mirada vacía y como perdida.
 
Mis amigos, de repente, se ausentan y dejan además en suspenso una relación. Tienen sus batallas.
 
Los compañeros de trabajo y de estudios, son también luchadores. Salen de casa no una, sino dos o hasta tres horas antes de entrar al trabajo o a la universidad... ¡porque es el tiempo mínimo que les lleva hasta allí llegar!
 
Cuando entramos a la oficina, o a la escuela, ya hubo otros que cumplieron su trabajo. Y también la pelean.
 
No suelo hablar mucho de mí. Ni de mis pasiones o mis gustos. Pero hoy lo hago... Me apasiona el boxeo. Boxeo y Filosofía... Puños y letras... ¡Tinta y sangre! También me gustan los caballos, por su nobleza y elegancia. Pero no quiero ahora hablar de ellos.
 
Sobre la Filosofía y al Boxeo. Me apasionan. ¿Por qué? No podría bien decirlo. Ambas disciplinas representan lo que es luchar y combatir, lo que es pelearla. Una hora de estudio y un entrenamiento de boxeo llaman al silencio. Uno para ganar en concentración y profundidad, el otro para no perder ni fuerza ni energía. En las dos disciplinas muchas veces ¡uno recibe más de lo que da! Claro, que cuando en una se recibe demasiado sin dar nada, se corre el peligro de dejar de ver tan claramente...
 
Pero vuelvo al paragón. Silencio y disciplina. Conducta y aplicación. Batallas.
 
¿Pero cuántas? ¿Contra qué o quién?
 
A veces, parece que el tiempo se ha detenido; o que enmudeció la campana. Y es que hemos recibido tantos golpes en tan poco tiempo, que los diez segundos que tienen que llegar, parécenos que nunca lo harán. Es que hasta sucede en la vida como en el boxeo. Ya no queremos ganar, ni nos importa. Tan sólo queremos que termine todo. Quiero oír las tres campanadas finales para saber que se acabó, que ya voy a dejar de recibir golpes... Pero esos diez segundos pesan más que el tiempo que los empuja. Siempre van faltando cinco, ¡"pa'l peso"!
 
Y así entonces, veo de repente que mi adversario que tanto me castiga no es otro que la misma vida. Pero ella no me vencerá.
 
Ahora entonces entiendo todo. Así en la vida como el en el Boxeo, sólo sentimos sus golpes cuando bajamos los brazos.

Me gustaría decir: No seré derrotado sino como el mismísimo Cronos lo fue. Y quisiera poder mantenerlo hasta el verdadero momento final. ¡Qué envidia te tengo Titán!

Pues... ¿Qué o quién nos gana, cuando no somos vencidos a manos del amor, la belleza y la esperanza?

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